Columna de opinión por Constanza Jana y Javier Sánchez, Directores Fundación Territorios Colectivos.
En una consulta realizada en el 2013, un 20% de la comunidad de Algarrobo dijo imaginar a la “capital náutica de Chile” en la década siguiente como un gran centro turístico y un 10% como un balneario de excelencia, asignándole una importancia de un 41%, en función estos objetivos, a las playas y el borde costero[1]. Sin embargo, durante este tiempo, esta comuna que durante los meses de verano recibe una población flotante de cerca de 2 millones de personas (Sernatur 2012), ha debido enfrentar una situación que aunque invisible para muchos, va en un sentido exactamente contrario al imaginado: la contaminación del mar y de la costa debido a la operación, ya por largos años, del emisario mediante el cual la empresa sanitaria Esval evacúa las aguas servidas generadas en el territorio comunal.
Durante veinte años, los vecinos de Algarrobo han observado el efecto nocivo del emisario submarino, que descarga a 20 mts de profundidad y a 1.200 mts de la costa, básicamente en el centro de la bahía, frente a las playas principales del balneario, especialmente en temporada estival, cuando llegan a ser habitadas el 72% de las viviendas que, según el Censo de 2017, se mantienen desocupadas durante el resto del año.
Lo anterior se hizo evidente en octubre de 2018, cuando la situación se “oficializó” a través del oficio ORD. N°12.000/05/1292, de fecha 8 de octubre, mediante el cual la Directemar advertía sobre la necesidad de modernizar el sistema de aguas servidas de la comuna, aludiendo a falencias en su diseño, ubicación y alternativas de mantención, presentando evidencia del aumento excesivo de materia orgánica en el agua de la bahía y aportando ejemplos, como la mantención del año 2017, que obligó a descargar las aguas servidas por cuatro meses directamente al mar, sin tratamiento alguno, aportando aún más a la proliferación del alga Ulva, que colapsa las playas en verdes y putrefactas acumulaciones.
Otro reclamo de la comunidad que fue validado por el informe de Directemar, es que el emisario submarino inició su funcionamiento en 1997, previo a la entrada en vigencia del Reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental y de la Norma de Emisión para descarga a aguas marinas, por lo que no cuenta con una Resolución de Calificación Ambiental, lo que la deja fuera de la fiscalización de la Superintendencia del Medio Ambiente. Hasta ahora la Superintendencia de Servicios Sanitarios sólo le exige a Esval un programa anual de muestreo, que realiza la propia empresa, lo que claramente no da suficientes garantías de imparcialidad a la hora de determinar posibles impactos ambientales significativos en la bahía, producto de la descarga de aguas servidas.
A pesar de todo lo anterior, al día de hoy nadie se hace cargo de esta grave problemática, salvo la multa de 25 UTM que tuvo que pagar la concesionaria al ser acogida, en el Juzgado de Policía Local, la denuncia de que la planta de pre-tratamiento, se encuentra ubicada irregularmente al costado de una concurrida playa, en una zona del plan regulador que no permite ese uso de suelo y que, por lo tanto, funciona sin la autorización de la Dirección de Obras Municipales, lo que a estas alturas es una burla para la comunidad, que además debe pagar el costo de un sistema de tratamiento de aguas servidas ridículamente ineficiente.
Lamentablemente, el caso de Algarrobo está lejos de ser el único, en una región como la de Valparaíso, donde existen 9 emisarios submarinos en igual número de comunas costeras. Otro caso es la comuna de El Quisco, que a través del Consejo Turístico Público debió interponer un recurso de protección contra Esval en febrero de 2014, por el derrame de aguas servidas en un lugar no autorizado, que obligó al cierre de las playas Hanga Roa y Las Conchitas causando, además de alarma e indignación en la población, un fuerte daño en el turismo local. La autoridad sanitaria de la época ordenó un sumario sanitario en contra de la distribuidora de agua potable.
Pero en lugar de avanzar hacia políticas públicas que se hagan cargo de estas “externalidades negativas”, nos encontramos con que el Gobierno Regional de Valparaíso adjudicó a la Fundación Chile un proyecto del Fondo de Innovación para la Competitividad 2014, que se plantea “sentar en la discusión una de las opciones de “nueva fuente de agua”, como lo es el agua residual tratada. Esto a través del desarrollo de un modelo conceptual que permita evaluar diferentes escenarios de reúso de las aguas residuales tratadas, como por ejemplo las que provienen de los emisarios submarinos que son aguas que actualmente están siendo desaprovechadas, al ser descargadas al mar, y cuyo volumen, sólo en la región de Valparaíso, alcanzaría para regar 27 mil ha de uva…”[2].
La utilización de aguas residuales es una medida que, sin duda, ayudaría a paliar algunos de los efectos de la sequía, para no seguir distrayendo el agua potable en usos no prioritarios. Sin embargo, no parece posible saltar a esa etapa sin hacernos cargo del daño ambiental que indudablemente han producido años de descargas de esas mismas aguas al mar.
Porque no sería nada de raro que ahora las empresas sanitarias quieran seguir haciendo su “negocio” con el uso de las aguas residuales, cuando durante mucho tiempo, pese a sus millonarias utilidades (Esval, M$24.734.735, Memoria 2018), garantizadas por su condición monopólica, no han considerado ni un peso dentro de sus planes de inversión, para haber avanzado hacia soluciones ambientalmente más sustentables.
Entonces, antes de que el Estado traspase a las sanitarias mayores
recursos públicos, aprovechando el contexto de la sequía parece oportunista.
Las comunidades -especialmente de aquellas comunas con vocación turística- que
vienen siendo afectadas por años reclaman algo más que esta “buena noticia”.
Exigen que se midan los impactos causados por la política de emisarios y que
las empresas que por tanto tiempo han lucrado, cobrando a las personas incluso
por muchos servicios que no prestan o que muchos de esos territorios no
reciben, inviertan en una efectiva mitigación y restauración de su borde
costero.
[1] https://www.algarrobodigital.cl/2017/02/hablemos-de-turismo-informese-lo-que.html
[2] https://fch.cl/wp-content/uploads/2019/12/aguas-residuales-como-fuente-de-agua.pdf