OJO CON LOS PROMEDIOS

Por Gustavo Vergara, Encargado Núcleo Economía, Fundación Territorios Colectivos

He visto con mucha preocupación como últimamente han aparecido noticias sobre la histórica reactivación económica que ha experimentado el país en el último trimestre, como se ha recuperado la mitad de los empleos perdidos por la pandemia o como incluso las encuestas muestran que somos el mejor país de Latinoamérica en el manejo de la pandemia.

Quizás es resultado del neoliberalismo incrustado hasta los aspectos más íntimos de nuestra vida cotidiana el que tendamos a medir y compararnos en términos económicos donde, al final, todo es una competencia, en tu pega, con los amigos o con la familia, para ser, tener o parecer más. Tendemos a entender que cuando nos hablan del crecimiento porcentual del PIB significa que nos va mejor a todos, reconocemos instintivamente que la tasa de inflación debe ser baja, todos los años escuchamos sobre la negociación de cuantos puntos será el reajuste salarial del sector público para estimar más o menos cuanto subirá el sueldo el próximo año donde sea que se trabaje, incluso he escuchado a gente alegrarse porque sube o baja el dólar sin que esto lo afecte realmente en nada.

Pero si no se tiene un real conocimiento de cómo se construyen las estadísticas e indicadores o cómo interpretar las cifras que se nos entregan por canales oficiales y medios de comunicación tradicionales,  se corre un grave riesgo de ser manipulado para creer que nos encontramos frente a escenarios económicos mucho más optimistas o pesimistas de lo que realmente son y así influenciar tu percepción y moldear tu opinión.

Por ejemplo, al revisar la noticia de la histórica reactivación económica, que el presidente de la república salió a festejar en la prensa hablando de que Chile se pone de pie, se encuentra señalado que el Imacec de junio alcanzaba un registro histórico de un 20,1% en comparación con el mismo mes del año anterior, muy por sobre las expectativas. Pero es el mismo banco central  quien señala que el resultado se explica en parte por la “menor base de comparación de junio del año anterior y por una mayor adaptación de los hogares y empresas a la emergencia sanitaria asociada al COVID-19”. Lo que, en simple, significa que el crecimiento es tan alto porque  se compara con el mismo mes del año 2020 que fue el peor mes desde el inicio de la pandemia y porque han sido los hogares los que han empujado esta reactivación gastando sus seguros de cesantía y sus ahorros previsionales en invertir en algo para poder trabajar, salir a comprar comida a los negocios de barrio y pagar deudas para quedar limpios y volver a endeudarse.

El problema de esta anunciada reactivación es que no es tan real, porque hablar de gran crecimiento cuando haces la comparación con una base tan baja como la peor caída económica de los últimos 30 años hace que pequeños avances se vean sobredimensionados y, si además esta reactivación depende de que las familias sigan gastando sus propios ahorros es obvio que estas grandes cifras no serán permanentes. Esto hará que la gran reactivación se desinfle rápidamente y todos aquellos que ya están proyectando un crecimiento más alto para Chile de lo esperado en los próximos años, sólo por el buen resultado de un mes, tengan que salir a dar explicaciones, no a los grandes inversionistas que manejan mucha más información, si no, a la gente normal que vio en las noticia a sus autoridades festejando y salió a endeudarse con, por ejemplo, un auto para poder trabajar acarreando gente contratado por una plataforma virtual o hacer delivery de algún producto.

Respecto de las cifras que indican la recuperación de la mitad de los empleos perdidos en pandemia, si bien el INE informó que la tasa de desocupación en Chile durante el trimestre móvil marzo-mayo de 2021 fue de un 10,0%, lo que efectivamente muestra una reducción desde los peores momentos de la pandemia, también señaló que gran parte de este empleo corresponde al área de la construcción, es decir, sectores que emplean mano de obra por proyecto y que según expresa el mismo gremio sólo se han reactivado los proyectos que estaban congelados pero no hay nuevos proyectos en carpeta para construirse, lo que implica que posiblemente esos nuevos empleos en la construcción sean transitorios y no estables. Ademas el INE señaló que el mayor crecimiento en el empleo corresponde a trabajadores por cuenta propia lo que significa que las personas han tenido que generar sus propios ingresos ya que las empresas no están contratando. Mucho más atrás en las noticias queda el hecho de que las mujeres se ven más afectadas que los hombres por el desempleo. Que hay un porcentaje de desempleo que se explica porque las personas no tienen redes de apoyo para cuidar a niños/as y adultos mayores de sus familias debido a las restricciones de movilidad y riesgo de contagio. Casi nada se dice de la estimación de la caída del empleo informal, que no entra en las cifras oficiales el aumento de la tercerización, lo que precariza a los trabajadores y los bajos salarios que se ofertan.

De hecho, según el estudio “Los Verdaderos Sueldos de Chile”,  de la Fundación Sol, se  señala que “en noviembre de 2019, la línea de la pobreza por ingresos en Chile para un hogar promedio de 4 personas es de $445.042, de acuerdo a cifras del Ministerio de Desarrollo Social. Si consideramos solo a los asalariados del sector privado que trabajan jornada completa, la mediana es $449.652, esto quiere decir que prácticamente el 50% ni siquiera podría sacar a un grupo familiar promedio de la pobreza y se hace obligatorio que al menos dos personas trabajen en el hogar, esto ha llevado a un gran nivel de endeudamiento de las familias chilenas llegando a 4,9 millones de deudores morosos a junio 2020, con un monto promedio de morosidad de $1.894.721, incluso el INE dice que más del 70% de los hogares está endeudado”.

Por todo lo anterior resulta insultante cuando el ministro de economía Lucas Palacios sale a decir que “si hay una persona que vive sola y que gana $320 mil, le puede alcanzar sin problemas” mientras el gobierno informaba su propuesta del reajuste al salario mínimo del 0,4% real, que equivale a $1.500 o cuando el presidente de la CPC Juan Sutil declara que la gran agroindustria no está encontrando mano de obra porque la gente no quiere trabajar, ya sea por miedo a enfermarse o porque prefiere recibir las ayudas del gobierno, uno podría pensar que él quizás debería platearse una solución más en línea del neoliberalismo que defiende y pagar mejores honorarios dado que aumentó el riesgo, pues ya no están los tiempos como para arrendar una aerolínea privada y traer un avión lleno de migrantes a trabajar en las cosechas, viviendo en condiciones inhumanas apiñados en containers para luego de un par de meses ser dejados a su suerte en un país donde algunos de ellos ni siquiera conocían el idioma (algo que aprendí al asesorar económicamente a un amigo con una empresa de transfer que llevaba a los pilotos de la aerolínea).

Finalmente, la noticia sobre la encuesta que muestra que “Latinoamérica elige a Chile como el país que mejor ha manejado la pandemia” como tituló un importante medio de comunicación, creo que es el mejor ejemplo de la poca rigurosidad y la manipulación de la información. Es penoso ver como se intenta pasar una consulta telefónica, aplicada a menos de 30 personas en cada país, como una cifra representativa y válida para extrapolar conclusiones respecto a un continente de 650 millones de habitantes (he visto encuestas en twitter que tienen más participantes), incluso si pensamos que esta encuesta fue hecha a “líderes de opinión”, el no saber cómo se estructura la recopilación de información, a cuantos y quienes se le consulta o incluso cómo se redactan las preguntas, en qué orden se colocan y si es con alternativas o de respuesta abierta, todo eso que no se cuenta permite entender  si la información que defienden es representativa o incluso verídica y no solo un sondeo de las opiniones que les interesa difundir. No nos olvidemos  que para la última elección primaria, hace menos de un mes, todas las encuestas desde hace varios meses daban por ganadores a Lavín por la derecha y Jadue por la izquierda, no solo en primarias, si no, que se planteaba como el más seguro de los escenarios el que estos pasaran a segunda vuelta.

El problema radica en que no es sólo anecdótico que las encuestas se equivoquen, es muy peligroso y se usa como una gran herramienta de manipulación, pues al ser difundidas en los medios de comunicación como certezas de futuro, se envían señales a la opinión pública y a los inversionistas para que tomen decisiones con información poco precisa o derechamente errónea. Chile ya vivió 30 años creciendo y superando la pobreza “en promedio” sólo para darnos cuenta que habíamos logrado dejar a la gente medio paso por delante de la línea de la pobreza y una vez ahí ya no se necesitaba que recibieran más apoyo, pues teníamos un bajo desempleo, buenos salarios y una sólida economía, pero cuando las cosas fueron mal no hubo como sostener esa realidad a medias. Fue el ministro Mañalich quien dejó la frase para el bronce, que prácticamente puso la lápida en su gestión y que refleja más claramente lo que he tratado de decir, al señalar  frente a la cámara de un matinal y con una ligereza espeluznante que se habían “seducido con sus propias  cifras”, pero finalmente la pandemia se había escapado de las manos, pues él no sabía el nivel del hacinamiento de las familias en Chile y la precariedad del trabajo que te obliga a salir a ganarte el pan día a día, haciendo que “todos sus modelos y proyecciones se derrumbaran como castillos de naipes“.

Ver la publicación original aquí, en Diario La Quinta de Valparaíso