Un pacto Eco-social es lo que Chile requiere

Columna de opinión de Bárbara Astudillo Delgado, investigadora asociada en  Fundación Territorios Colectivos.

 

La actual Constitución incluye, en su en su Artículo 19, entre otras cláusulas, el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, no obstante, este derecho es dependiente a una norma que lo aplique, si esta no existe, no existe tampoco la contaminación. Otro ejemplo, es que el Estado se reserva el derecho a establecer límites normativos. Pero qué pasa cuando estos son estándares mínimos, como en algunas disposiciones legales de nuestro país que están muy por debajo de los límites recomendados internacionalmente. La consecuencia es que, en ambos casos, el derecho no se puede ni ejercer, ni ser respetado y menos proteger a la población. Por eso, considero necesario que en la Nueva Constitución se consolide el derecho a vivir en un ambiente sano para el desarrollo  de la vida.

Por otro lado, la actual Constitución -nacida de manera impuesta por una dictadura cívico-militar-, estableció jerarquías a los derechos y priorizó la propiedad por sobre derechos humanos básicos y con ello, el extractivismo. Una de sus principales consecuencias es la postergación del derecho a un ambiente libre de contaminación, todo para que el crecimiento económico sea desarrollado sin contrapesos. Esta s razón sugiere lo esencial de definir las prioridades que permitan el resguardo a los bienes comunes, tomando como ejemplo el caso del agua y su acceso a ella como un derecho humano.

La privatización de los derechos de uso del agua ha tenido como consecuencia que existan poblaciones enteras que carecen de ella y que ven como el agua se destina a regar plantaciones con una alta huella hídrica, mientras estas poblaciones no cuentan con  las medidas higíenicas en pandemia debido a que el agua no está priorizada para las personas y porque  sólo reciben 50 litros por persona al día, aún cuando lo mínimo recomendado es el doble. Esto, de hecho, fue denunciado por el relator de las Naciones Unidas sobre Derecho Humano al Agua y Saneamiento, el cual afirmó que el gobierno chileno “no cumple sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos si da prioridad a proyectos de desarrollo económico sobre los derechos fundamentales de la ciudadanía”.

Es probable que la nueva carta fundamental sólo obtenga los mínimos acuerdos políticos que se esperan, pero al menos debemos consolidar que esos pisos permitan a la institucionalidad quebrar la brecha que existe entre el uso industrial y poblacional del agua. No podemos seguir con un modelo neoliberal, poco eficiente, ni saludable y que no asegura a la ciudadanía el derecho humano al agua.

Es esa línea, debemos hacer un llamado urgente a proponer alternativas al cómo nos vinculamos a una visión de la gestión hídrica, la cual considere el derecho humano al agua, pero además a una estrecha viculación con el territorio y las necesidades de sus habitantes. Esta nueva gestión debería considerar la participación ciudadana como un eje central de la gestión del agua y además consolidar, en la carta magna, nuevas formas de gestión comunitaria del agua, con apoyo estatal real. Además, es necesario para abandonar esa asimetría, dotar a las instituciones de herramientas que permitan denunciar y sancionar el daño ambiental con mayor fuerza cuando se trate de agua, especialmente en un escenario de escazes hídrica agudizado por el impacto del calentamiento global sumado al extractivismo y la agroexportación.

Considerando el contexto actual de pandemia, además debemos estar atentas y atentos a que la reactivación de la economía deba ser regenerativa y mediante tazas de reposición, con una huella ecológica medible de los patrones de consumo para recuperar los ecosistemas devastados por nuestro actual modelo extractivista. Para esto debemos promover el resguardo de las funciones ecosistémicas, tanto terrestres como hídricas, generando una potencial redistribución de los bienes en el largo plazo, lo que implicará incluso un mayor retorno económico en el tiempo.

Para que esto sea posible, es fundamental asegurar las garantías mínimas en la nueva constitución en la que se consoliden de una vez por todas lo derechos humanos al medio ambiente sano y al agua, como pasos básicos para el término de la visión antropocéntrica que la naturaleza es infinita y sin derechos. En la Nueva Constitución debe establecerse los criterios para la reactivación económica, a través de un modelo productivo que considere múltiples criterios para asegurar el bienestar humano, pero a través del cuidado de la naturaleza y con ello apuntar a reducir drásticamente nuestra huella ecológica.

Debemos resistir para vivir, marchar para transformar, empujar hacia un estado garante de los derechos humanos y ambientales, protegiendo el patrimonio de la biodiversidad; salvaguardando una democracia participativa, transparente, inclusiva  y socioecologicamente responsable, con justicia climática y que pueda llevarnos desde un modelo individualista voraz a uno cooperativo y fraterno, que permita que todos los habitantes de este país puedan vivir en un ambiente sano y digno.

Hay una esperanza activa en muchos territorios, pero esta debe constituirse y organizarse para transformar las cosas. Los pequeños cambios no necesariamente llevan a un cambio profundo, pero si estamos ante un momento histórico que nos da la oportunidad de empujar un estado plurinacional feminista ecologista; uno que desde el bienestar y lo comunitario, genere una red colaborativa desde cada territorio y que nos otorge un nuevo pacto eco-social.

Por aquello es vital que en el proceso constituyente pensemos cómo proteger y establecer que el medio ambiente sea  sujeto de derecho, ya que en un nuevo pacto socio ambiental el rol del Estado y la protección de los seres humanos dentro del espacio ecológico, debería ponerse por sobre cualquier otro derecho, comprendido como una función ecosistémica de la vida en general.

Que celebrar el ambiente no sea un marketing publicitario, que sea una realidad, a través de un nuevo pacto eco-social.

Columna originalmente publicada en: https://www.diarioclever.cl/un-pacto-eco-social-es-lo-que-chile-requiere/